En el maíz tu sangre oscura
la mía, la de todos, resguardo
y piloncillo, caricia que desnuda
con sus púrpuras dientes
madrugadas
(huele a carbón y a canto
en la ígnea belleza que se esparce
como un cielo en las manos
cargado de estrellas quemadura)
En el maíz tu red de espejo
un yo que es un eco, un cuento, una figura
—ojos de capulines: avasallantes, hondos—
trazada en piedra: padre, imago o resonancia
barro que te delinea y aprisiona
cada grieta un camino, cada herida una puerta,
(atribulado cínico) con todo en contra resplandece
su beso (carcajada) agrio y jugoso
contra todo pronostico
su goce aquí, hipostasiado y fértil
anida en la infancia malcriada trunca y feliz:
maíz
mazorca, elote, tamal, tameme, escuincle
tus nombres dulces, tristísimos, robustos
maíz: tus cachetes resecos, enrojecidos,
besados con los labios de otros dioses,
llenos de eternidad,
tus pies con alas, tu sangre totoposte
eso que eres en mí que soy contigo
una alegría dispersa y diamantina
infinita y feraz, mordedura crujiente,
crisantemo sonoro, corazón que resguarda
los regresos, con tu sabor a casa y pertenencia:
maíz, maicito, mío…
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